TRÓPICO CRISTAL
Alejandro Moreyra
Curaduría: Sebastián Vidal Mackinson
10 de agosto al 28 de septiembre de 2024
Alejandro Moreyra
Curaduría: Sebastián Vidal Mackinson
10 de agosto al 28 de septiembre de 2024
> Texto por Sebastián Vidal Mackinson
El camino no es sólo un acceso a destino, una línea de tierra, de conchilla o asfalto producto de una infraestructura tecnológica pública que ciñe a un tiempo evolutivo. Es un tránsito que, considerándolo como un bucle, implica necesariamente que la mirada activa recorra, focalice, atienda, suture, guíe.
Las fronteras jurisdiccionales y administrativas del mapa político de una nación suelen ser porosas y permeables al libre tránsito interno de personas. Los límites operan en el ámbito legislativo y en características más inasibles pero contundentes y visibles que exhiben matices que se sustentan en dos coordenadas interrelacionadas: el cuerpo y el territorio. Ambas relacionales, sociales y culturales.
Estas suturas diferenciales poseen una historia que se inscribe en cruces antropológicos, socio-políticos y culturales. No es lo mismo criarse en la capital de un país que en alguna ciudad suburbana o en una localidad provincial. No se trata de una dimensión radial donde el punto focal se encuentra en la urbe más importante que alberga la producción de artefactos culturales puros y el resto exuda imperfecciones, contaminaciones e hibridaciones.
Una pintura de mediano formato nos recibe. Pareciera ser una deidad mítica que da la bienvenida. Duplica su mirada en el reflejo del agua, habilitando la suspensión de entendimiento si está por sumergirse o salir exhibiendo varias máscaras colgadas de un candelabro con velas encendidas. Lo cierto es que acoge y cobija en un espacio del que, una vez que traspasamos el umbral de la conexión de nuestra mirada con ella, comenzamos a formar parte de una narrativa con escenas pictóricas de inscripción simbólica. Cada obra presenta una línea de horizonte baja que alumbra un paisaje montañoso que opera como fondo para el despliegue de altares mágicos situados sobre territorios rocosos. Escudos, jarrones y vasos de cristal como conductores de energía mágica y candelabros se reúnen a flores, telarañas y ángeles en amaneceres o atardeceres evocando al memento mori, como género artístico, y, principalmente, como recuerdo de la fugacidad de la vida.
Aun cuando se hace presente un clima atemporal, la fragilidad de la existencia es evidente. En esta exposición se da a ver una fusión de símbolos de mitologías antiguas con archivos de imágenes actuales que habilita la potencia latente de azuzar cenizas de un fuego casi extinto en parajes del gran conglomerado citadino llamado “el conurbano bonaerense”.
¿Cuáles son las imágenes que tienen la capacidad de desbordar al cuerpo en un territorio preciso, conocido y urbano? Muchas veces, muchas de ellas, casi siempre -diríamos-, no son las de torbellinos ni erupciones plenas de ebullición y adrenalina, tampoco las de magníficos choques de vehículos. Básicamente, no lo son porque tienen lugar muchas veces menos de lo que suponemos. Por el contrario, suelen darse a ver en escalas más pequeñas y próximas, ligadas a una rutina más cotidiana, más usual. Muchas veces son fantasmas que relampaguean y albergan nuestra mirada en los espacios más extrañados por ser los menos previstos para este tipo de acción. Son sugestivas imágenes de lo fantástico emparentadas con lo terrorífico que se escabullen en los detalles, en las sutilezas. La capacidad de una imagen en volverse monumental por su escala -dada por la armonía de sus proporciones- y la aparente simetría, esconden velos que nos suelen intimidar.
A Alejandro Moreyra se lo puede describir como un artista situado. Ha transitado por instituciones de formación artística públicas y privadas, es un ávido lector de teoría e historia del arte argentino y occidental y de literatura e historietas, es un agente activo en una escena cultural eternamente en ebullición. Sin dejar de lado su proveniencia cultural, aquí se ha propuesto citar a la imaginería fantástica en la historia a través de una pregunta personal, crítica y romántica sobre el lugar de la condición “moderna” subyacente en “lo contemporáneo”. Es en este bucle de la historia, desde un hoy signado por una crisis profunda, que da a ver un cuerpo de obras que remiten, a su vez, a topos donde su mirada cose y encuentra significancias.
Sebastián Vidal Mackinson
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