No sabe No pregunta
No sé nada del tarot. Y mi ignorancia nunca me impulsó a intentar saber.
Quizás tenga miedo de saber. Eludo incluso la posibilidad de que alguien lea en las cartas algo que yo no quisiera escuchar. Al parecer lo que ellas develan no es solamente el futuro, sino también el presente y el pasado. En algunas
ocasiones mi lema es No sabe No pregunta.
Pero estas cartas de Tarot son especiales. Para empezar, están flotando dentro de marcos, y eso las torna bastante inofensivas. ¿O no? ¿Debería cuidarme de ellas a pesar de eso? Por otro lado, el dibujo del arcano y su nombre han sido transferidos a una hoja de un tamaño mayor al de una carta de Tarot, quizás del tamaño de las cartas que solíamos enviar plegadas dentro de sobres. Sin embargo, la imagen en el centro del papel pareciera conservar su medida original. Y no hay ningún color. Solo el blanco de la hoja. Hay otro detalle perturbador, la imagen no está dibujada con un lápiz sobre la hoja, sino que las líneas son una sucesión de perforaciones, seguramente hechas con un punzón. Por momentos es difícil reconocer la imagen o leer el nombre debajo de ella; los agujeros son demasiado grandes para el tamaño de la carta.
Se me ocurre que hay un tránsito agitado entre el frente y el dorso del papel blanco a través de las perforaciones. Posiblemente dentro del marco se haya desatado una tempestad, aun cuando desde afuera no llegue a escuchar ningún sonido ni perciba ningún movimiento en la hoja suspendida.
No quiero preguntar nada a las cartas, pero sé que adentro de los marcos el pasado y el futuro están soplando en direcciones opuestas a través de los agujeros, para configurar este presente casi ausente y por supuesto fugaz.
Jorge Macchi, agosto de 2020

XVIII La Luna
Entre 1938 y 1943, Aleister Crowley y Lady Frieda Harris diseñaron una versión actualizada del Tarot medieval. Iban a trabajar en las cartas unos pocos meses, pero la tarea les llevó varios años. “Es un juego de ajedrez celestial”, decía Frieda, que pintaba mientras Europa se hundía en la guerra.
Su LUNA (Arcano 18) es muy distinta a la del Tarot de Marsella, donde dos perros le ladran a un satélite de expresión triste, flanqueado por torres, mientras un cangrejo espera en el estanque. Para Lady Frieda los perros son Anubis, el dios egipcio guardián de las tumbas y embalsamador; el encargado de pesar el corazón en la balanza, acción cuyo resultado permite, o no, el ingreso al reino de los muertos. No hay cangrejo en la carta, sino un escarabajo que mantiene al sol bajo el agua, oculto. Es una carta siniestra.
Su significado: se puede llegar al conocimiento a través de la hechicería, pero es un camino peligroso. La versión de Alejandro Jodorowsky de LA LUNE según el Tarot de Marsella es mucho menos oscura. Para él, se trata del arquetipo maternal. La intuición profunda. El inconsciente. Las ilusiones.
La soledad. También, de acuerdo a cómo se presente en la tirada, es la locura, la superstición, la depresión, el secreto, la clandestinidad, lo que se esconde.
El sueño.
La muerte y el sueño se parecen mucho. Según la mitología griega, la diosa de la noche, Nyx, se enamoró de la Oscuridad. Tuvieron hijos mellizos, Hypnos y Thanatos. Hypnos es el sueño. Thanatos es la muerte. Los hermanos son similares y distintos, así como la Noche, aunque parezca impenetrable, es diferente a la Oscuridad.
Mariana Enríquez, 2020

XI La Fuerza
-atenea me dará una sensación de seguridad e independencia-

las fauces de un animal adentro
cabalgado en una fiesta
de quince
las fauces de tu dentadura de león

recuerdo como de a poco
puse un ladrillo
para poner otro
y otro

puse un miedo
se lo devoró la boca que está en mi mano.
puse la vez que corrí en el patio rojo de la escuela
              caí
              sangré.

puse esa maestra
la sepulté en mis preguntas.

puse ese beso
descubrí ansiedad.

puse un plato de comida
y todos los sabores de mis vómitos.
puse ese roto ventrículo
y nadé en MDMA

sueños
abastecidos por egos
derrumbados como heracles
cuando mató a su hijo y su amor.

el oráculo de delfos
me tocó el hombro una vez
dijo
   -oigo al que no habla
dijo
   -sé excelente en tu propia casa.

andamos siendo excelentes
entonces
para recobrar una verdad
que todavía no encuentro
estoy cerca.

sentarse en un sillón
en todas las calles
ver
la bestia que visitaba tu pueblo
ahora la tengo dentro

las piedras de cuarzo
que encuentro en mis rodillas
esconden la historia
de todas las otras historias

no hay reflejos de luz
no hay espejos en esta casa
los ladrillos están
la tormenta pasa

sé tierna
conmigo
duele
aunque no lo veas.
Macs Abente, 3 de septiembre de 2020

XIIII La Templanza
Qué hay afuera, qué hay en mí.
Qué hay en mí que no veo.

In Medio Virtus.

Un vacío,
Una Estrella,
El Agua sube.
Eloisa Ballivián, 5 de agosto de 2020

XVII La Estrella
Voy a enunciar una verdad para que se una a la corriente de una galaxia llena de estrellas.
Todos los días me doy un baño y me quedo un tiempo a solas con mi cuerpo desnudo secándose, ese que me acompaña desde que soy niña. A todas las niñas se nos marca una cicatriz en algún momento. Es como la marca de las vacas, esa que sirve para identificarlas como parte de una cabaña. Mi única intención en el mundo es volver a recuperar a esa niña no marcada.
¿Qué sostiene una mujer en dos jarras? El sentimiento humano. Todo lo que hizo ya no le pertenece. Las estrellas son el mapa hacia la intuición. Miro el cielo desde el reflejo del agua. La luz inició su viaje hacia la Tierra miles de millones de años atrás. Júpiter es el padre de la luz, y se rodea de la luna en las noches claras. Desde la distancia justa, la sigue. No tiene miedo de su luminosidad. La luna, en el fondo, es agua. Sabe que son de la misma galaxia, que somos lo mismo: tomamos y recibimos de la misma manera. No hay forma de escapar. La luna es regresiva, mira el pasado sin miedo. Las estrellas son hidrógeno, o helio, gases nobles, sin forma. ¿Qué es la forma? Aquello que me deja de pertenecer.
Cuando una mujer está desnuda pasan cosas. Cuando una mujer no controla, brilla. Se convierte en estrella. El límite entre el orden y la turbulencia se mide a través del color de su fuego. El fuego se hace con aire, las estrellas también.
Majo Moirón, 6 de septiembre de 2020

I El Mago
Casi al instante
Por el aire toda la vida y todos los movimientos son posibles / podemos comenzar de nuevo las veces que haga falta.
Sueño que vuelo: manos y objetos / aire y levedad
Ocurre en nosotros y fuera de nosotros: unión inesperada de imágenes / forma interna donde prevalece el silencio.
El punto se vuelve un fuego que señala el camino / el resplandor de lo posibl / quitando los obstáculos del conocimiento para ver que el aire es dorado.
Vida cambiante de la luz / hermosa monotonía de la materia.
Abandonar la profundidad del volumen / para hallar del otro lado / casi al instante / aquellas imágenes que se ocultan.
Daniel Joglar, 27 de agosto de 2020

XXI El Mundo
El mundo no existe
Mariana Telleria, 21 de agosto de 2020

XVIIII El Sol
De cara a la pared, ya no rezo.
Hijo:
— Vender flores, es vender cadáveres.
Esa mañana fuimos con mi padre, mi hermano y tres cuchillos a cortar dalias a un campo que a dos kilómetros de mi casa quedaba. No había dudas de que la presencia de un drama acompañaría la caliente mañana y el futuro de mi vida y mi obra. Ciento veintitrés docenas de frágiles dalias cantaban con hueca gravedad al ser cortadas: cloc, cloch, crog.
Una gota de agua ardida que en la piel quemaba, las manos marrones al cortarlas, la espalda frotada de cargarlas, un sabor amargo en la boca y en la noche dos cuadros que pinté.
Óleo sobre tabla: Dalias en florero y cuchillos. Año 1995.
Carlos Herrera, 24 de agosto de 2020


Duplex Negatio Affirmat

Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.
J. L. Borges.

Vi una carta de Tarot dos veces invertida. Invertida primero, a la manera obvia, porque la vi al revés como si descansara, boca abajo, sobre un paño o una mesa. E invertida una segunda vez, de la forma más extraña: Troquelado, en negativo, el firmamento artificial que adornaba el dorso aquél, de modo que sus estrellas (originalmente impresas en tinta azul sobre el cartón claro del naipe), ahora brillaban a trasluz recortándose sobre un fondo relativamente más opaco.
El resultado de esa doble interferencia me devolvió, inequívoco, ese diseño para mí muy familiar, que suele adornar los cielos rasos de los santuarios medievales en Europa. El motivo es siempre el mismo: Estrellas doradas, sobre un cielo azul profundo, todas idénticas y, absurdamente, equidistantes entre sí. Como en un sueño. Yo las vi por primera vez cuando tenía doce años, en la nave inferior de la Sainte-Chapelle. Han pasado tres décadas y el recuerdo es aún intenso.
Mil veces las he vuelto a ver: Escondidas, apenas perceptibles, al fondo de cierta sinagoga berlinesa; O en una catedral del norte de Inglaterra, resplandeciendo como soles, rodeadas de destellos y repartidas en una cuadrícula que subrayaba la artificialidad geométrica de su disposición; O de vuelta en París, oscurecidas, como a través de una niebla, en la abadía de Saint Germain des Près, cada vez que quise -ya adulto- presentar mis respetos ante la tumba de René Descartes.
Pero no importa.
Lo importante es que este patrón, a la vez bello y funesto, de astros simétricos, imposiblemente sometidos a la ficción de un equilibrio sensato, es -para mí- el símbolo ideal. Ese cosmos ordenado y mesurado, a escala, es el reverso, el fondo único común de toda representación simbólica. No habla en particular del cielo como es, disperso, azaroso y desmedido, sino en general de nuestro anhelo -por lo demás eternamente insatisfecho- de imponerle a lo que no lo tiene, un sentido, un término, una tasa...
Florencio Noceti, 14 de agosto de 2020

> Reseñas

Una carta es una carta es una carta, Eugenia Viña, ramona, 20 de octubre de 2020
Una carta es una carta es una carta, Antonella Agesta, Jennifer, 7 de octubre de 2020
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